Martes trece
Martes y trece. El día había empezado
movidito para Nati. Primero el numerito de Tonin porque no quería ir al cole,
que cuando la criatura se levanta torcida no hay un dios que lo aguante; luego,
Antonio, su padre, arrebujado bajo el edredón diciendo que está malísimo (más
bien de resaca que de gastroenteritis) ¡Menudo cuentista! Y, para colmo, su
suegra aconsejándola que cuide bien de su hijo. ¿Pero quién se habían creído que
era ella…?
Mira, Carmen, le soltó por el teléfono, como diciendo
¡Qué te den!, que me voy al cole con el niño y si te preocupa el tuyo ya sabes
dónde vivimos.
— ¡Antonio, que me voy a llevar al niño!
—gritó desde la puerta mientras bajaba la estirada del tercero con su traje de
marca falsificada—. Y me voy directa al curro, ¡que no llego!
Bajó los escalones de dos en dos y a la
carrera, como siempre. La mañana fría y húmeda, toda llena de paraguas
multicolores y gritos estridentes de los niños mientras entraban al patio de la
escuela.
Se apretó la capucha y se dirigió a la casa
en donde limpiaba dos veces por semana. ¿A ver qué se encontraba hoy después de
dos días de fiesta? La verdad es que la situación en la que se encontraban era
crítica, con Antonio sin trabajo ni subsidio y ella con tres casas para hacer,
tan solo subsistían. En cuanto terminara
se metería en el internet de Laura, su amiga, y buscaría el modo de salir de
ese atolladero.
«Ya me lo decía mi madre: que con ese chico
no tienes futuro, Nati, que se agarra a ti como una lapa pero él todo lo que
gana se lo gasta en juergas.» Pero claro, estaba el tema de Tonin: que de golpe
y porrazo se quedó embarazada y a ver qué solución tenía eso.
A las doce acabó y se marchó a casa de su
amiga. Todos los días buscaba ofertas de empleo.
—Hola, niña, ¿cómo se presenta la semana?
Primero una cervecita y te metes en ‘Infojobs’ a ver qué tal…
—Harta que estoy, Laura. Cualquier día mando
a la mierda a este tío.
Después de mirar unos cuantos anuncios
encontró algo que le llamó la atención:
“Se
necesita camarera para bar de pueblo a una hora de Santiago y a quince minutos de
Ordenes y Aruza. Imprescindible chica trabajadora, responsable, guapa y un poco
puta, con un trato agradable con los clientes. Incorporación inmediata y
contrato fijo. Sueldo 1500 euros. Opción de alojamiento si eres de lejos.”
No se lo pensó dos veces. Regresó a casa y le
dijo a su marido que hoy tenía que ir a buscar a Tonin y que, seguramente,
sería así todos los días porque iba a conseguir un empleo fuera como fuera.
Se dio una ducha rapidita, se maquilló como
hacía tiempo que no lo hacía y en el fondo del armario rebuscó algo que la
hiciera sentirse ‘sexy’.
Soy guapa todavía, se dijo, colocándose los
senos un poco fuera del sujetador bajo un suéter negro que utilizaba en las
nocheviejas. Completó su atuendo con una minifalda roja con un ribete de
pequeños flecos y unos botines espectaculares que vio en el chino de la
esquina. Cogió el abrigo y el bolso y le preguntó a su marido:
—¿Qué tal voy?
—Pareces una puta —respondió con un botijo en
la mano.
— Pues de eso se trata, Antonio. Tal vez
alguna vez te sirva una copa en una de tus juergas. ¡Ah!, recuerda que el niño
sale a las cinco.
Dio un tremendo portazo al cerrar la puerta y
se dirigió toda contenta a conseguir un poco de dignidad.
Galicia era preciosa cuando chispeaba.
Mari Ángeles Cecilia Ramírez.
Ragomance.
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