Unos gritos, unos
zarandeos, un puñetazo y el golpe seco de mi cuerpo al estrellarse contra el
suelo.
Ordenas que me levante de una puta vez; que no
haga más comedia… Y te enfureces al ver
que no me muevo; y me pateas sin dejar de insultarme y vuelves a gritar, mientras
trato de tomar aire; entonces el pastoso sabor de la sangre me viene a la boca.
Paseas por la alcoba
como un león enjaulado; hablando y hablando cosas que no logro entender,
mientras una intensa punzada me atraviesa desde la cabeza a los pies y tengo
mucho frío.
Te agachas y tomas mi cara;
me besas llorando, sintiendo que mi respiración es jadeante. Me imploras el
perdón que no me queda y, en mi mente, las imágenes se agolpan como en una
vieja película:
“Y me veo a mi misma en
el bar donde te conocí; absorta, desentrañando el remolino que forma la
cucharilla dentro de la taza de café, mientras le voy dando vueltas y más vueltas...
Observo cómo el color pizarra del contenido del recipiente, se funde con el de
la tarde, mostrando inequívocas señales de despedida.
Tomo un lápiz y, sobre
una servilleta de papel, intento escribir unas palabras. Mis manos no son las
mismas. Los dedos han cambiado. Semejan diez prolongaciones rígidas y
metálicas.
En la mesa descansan un
ajado periódico gratuito, un manoseado libro y los recuerdos -ya sabes que la
nostalgia y tú siempre fuisteis mis inquilinos-
Y se me desbordan los
sentimientos. Caen, en cascada, sobre lagos de besos y golpes. Escuecen en los
ojos por fuera y en el alma por dentro.
De pronto, todo es
mirar: miro la calle a través del cristal, a los paseantes con sus perros, a
los artistas urbanos mendigando unas monedas y a la chica que espera el
autobús. Lanzo mi corazón al aire y me digo “¡Cara o cruz! ¡Tú eliges!”
Me detengo en mi piel y
aprecio un color oscuro dibujándome las venas. Un color negro de tinta china;
tinta de calamar que todo lo mancha; una tinta narradora de días y meses,
escritora de meses y años.
Salgo de aquel lugar
y me envuelve un amarillo campo de otoño.
¡Puedo recorrer el tiempo con tanta facilidad…!
Y me traslado a una pálida y fría nieve de
invierno, que se evapora en colores a lomos de un potro salvaje. Y galopo hacia
la verde primavera y ruedo por inclinadas laderas que me raspan la piel.
Me elevo sobre campos
de espliego y manzanilla; y remonto colinas que desembocan en un verano seco y
rencoroso por tener que endurecer trigos y provocar asfixias de pico de pájaro.
Un verano trasnochador de luz de luna y madrugador de calor de sol. Supongo que
el verano es el purgatorio del año.
Ya sabes… ¡Cosas de
sueños!
La tormenta amenaza
insistente; recuerdo haber dejado ropa tendida y los balcones abiertos.
(Siempre peco de confianza con el tiempo; me olvido que me engaña y que cambia
en cuanto me doy la vuelta. Como te sucede a ti…)
El regreso a casa es
lento. Los semáforos en verde me miran y se impacientan a mi paso. Me duelen
los besos y me lloran las manos negras que ya no escriben, ni piensan, ni
hablan… Sólo laten, se destiñen y extrañan al otro tú que fuiste…
Los adoquines se pintan
con mis despojos y tus ausencias; y poco a poco, me voy convirtiendo en un
rastro enlutado que salpica las aceras.
Apoyada en un muro, descanso
del sudor y del miedo; y veo cómo voy disolviéndome, formando un charco opaco,
sin vida, que la lluvia diluye.
Y, así, de mi
existencia tan solo queda un “te quiero” emborronado en la pared y unos
churretes por el suelo, que el agua y el viento se encargarán de borrar.”
Ahora ya no duele. Oigo
cómo aporrean la puerta y el calor de tu agitado aliento rozándome la cara. El
frío ha desaparecido y me siento tranquila y ligera.
Me levanto y puedo
vernos: yo inerte en el suelo y tú, mostrando la imagen más desoladora que
nunca imaginé.
A lo lejos, suenan sirenas
y soy feliz. Por fin he conseguido librarme de ti y de mí.
Mari
Ángeles Cecilia Ramírez. Ragomance. 6-12-2015
Jamas habrá justicia suficiente para condenar estos actos, nada, absolutamente nada puede justificar esta actitud. Una dramática descripción que refleja el terrible drama que puede llevar la perdida de un amor, que muchas veces uno mismo a provocado. gracias por tus narraciones. J.G.R
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