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Imagen recogida de Internet |
Les podría confesar
que, en el fondo del cajón de las cosas importantes, oculto la caja de tus
besos. Nunca quise que se fueran por el desagüe con el agua que se deslizaba
por mi piel. Me los fui retirando con cuidado y les puse juntitos con mis
susurros de amor. ¡Qué no se extrañen! ¡Qué no se olviden!
A veces, entreabro la
tapa para verles y oigo palabras suaves y suspiros; pero he de andar con
precaución: hay besos mansos y tranquilos que se asoman vergonzosos a ver quién
mira desde fuera. Sin embargo, hay otros rebeldes. Son los de las noches de
pasión y fuego: fuertes, insaciables e impetuosos. Me saltan a la cara, bajan
por mi cuello y me dibujan el cuerpo, buscando cobijo en el recuerdo de sus
rincones preferidos. ¡Cómo me hacían soñar! ¡Resulta tan difícil desprenderse
de ellos nuevamente!
No sé qué habrás hecho tú
con los míos. Me gustaría que los hubieras convertido en avioncitos o barquitos
de papel. Que volaran o navegaran de
regreso a mí trayendo tu sabor. Te prometo que te los mandaría de vuelta, repletos de todos los que me sobran desde que no estás aquí.